De Vikingos y Vaqueros (Primera parte)

 

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¡Hola a todos! Menos de un año después desde la última entrada, en la que el menda tuvo la suerte de pasarse por Lambeau Field para ver a los Dallas Cowboys, volvemos con otro serial al que podríamos llamar: “Los viajes del cabronazo de Gartzo.

Aquellos que me sigáis por Twitter (¡santa paciencia la vuestra!) habréis podido seguir mis aventuras por tierras estadounidenses, y seguramente conozcáis los detalles y lugares que visité, pero previendo una historia larguísima, voy a partir este viaje en un par de entradas. De esta manera, podré añadir más fotos y links a twitter, y hacer que las entradas salgan antes.

Como ya escribí el año pasado, no pretendo que lo que voy a contar aquí sea una guía de como hacer esto o aquello, simplemente narrar mi experiencia en la que, seguro, muchas cosas se podrían haber hecho de manera más eficiente y/o barata. ¿Preparados? Pues al lío:

497 días, o lo que es lo mismo, 1 año, 4 meses y 8 días es el tiempo que tuvo que pasar para que nuestra idea de viaje perfecto se cumpliera. Todo nació la tarde-noche del 28 abril 2016, cuando 3 locos nos juntamos en un pub, horas antes del Draft 2016 para comentar lo que esperábamos de aquellos días siguientes y en sus potenciales consecuencias para nuestros equipos.

Conmigo con la idea de viajar a Green Bay y a nuestro colega Charger convencido de ir a ver a los suyos en los próximos meses, pensamos que sería un puntazo hacer un tour para ver a nuestros equipos, más aún sabiendo que CowboysChargers se iban a enfrentar en Dallas en 2017, fecha aún por concretar.

No dejamos de pensar en ello durante toda la temporada, y tras ir sorteando varios imprevistos y complicaciones habituales de la vida cotidiana, nos colocamos ya en la SuperBowl, donde nuestro amigo Viking y yo decidimos que sería estupendo empezar la temporada en EEUU, pasar una semana viendo a los Cowboys en casa y viajar la siguiente semana a ver a Vikes, o viceversa, dependiendo de quien jugara primero.

Pero el calendario de la NFL, allá por abril, nos preparó una sorpresa bastante desagradable, y fue el hecho de ver que Cowboys y Vikings iban a compartir alternancia de partidos en casa/fuera. A estas alturas, nuestro Charger ya se había visto forzado a darse de baja del plan por motivos profesionales, lo cual nos «facilitaba” el camino al tener que ver a dos equipos en vez de a tres, sobretodo porque logísticamente prometía ser una odisea.

Entre que debatíamos qué equipo íbamos a ver a su estadio y a cual en la segunda semana (Vikings contra Steelers o Cowboys contra Broncos) caímos en la cuenta de que aún existía la remota posibilidad de ver a ambos equipos en casa: Dallas jugaba el SNF y los de Minnesota el MNF. Tendríamos menos de 24 horas para llegar del extremo sur de EEUU al extremo norte, algo posible viendo que los precios de avión tampoco se disparaban demasiado.

El 3 de mayo, en plena celebración de mi cumpleaños (a la manera inglesa, pinta tras pinta en un pub, of course) y con el calentón del momento, intentamos comprar vuelos y entradas para ambos partidos desde el móvil, y gracias a Dios que el mío no parecía estar por la labor de colaborar, ¡benditos smartphones!

Ya con la cabeza más calmada y tras reposar la idea durante… horas, el 4 de mayo compramos todo lo más doloroso del viaje: Mi amigo Viking, al que llamaremos J, se ocupó del viaje Houston-Londres y yo pagué las entradas para ambos partidos más el vuelo Dallas-Minnesota. Decir aquí que aunque la idea inicial era volver a Londres desde algún destino en el norte, el precio del avión se volvía imposible, así que hacer la ida y vuelta desde la misma ciudad parecía ser lo más sensato. Significaba tener un gasto adicional al tener que alquilar un coche, sí, pero nos abría un abanico de posibilidades y lugares que podríamos visitar.

No me meteré en faena de explicar cómo se consigue el ESTA, carnet internacional (que tuve que volver a sacarme), seguro, y otras gestiones porque ya las expliqué un poquito más en detalle el año pasado, siempre podéis echar un vistazo ahí o sino preguntarme, que para eso estamos.

Pasaron meses con el hype, pensando el qué planes íbamos a hacer una vez allí y soñando con nuestros estadios, cuando a una semana para volar nos llegan noticias preocupantes desde el sur de EEUU: La zona de Houston y otras ciudades de alrededor están siendo azotadas por el huracán Harvey. Aeropuerto cerrado, la ciudad sumergida como no lo había estado nunca, y nosotros acojonados, claro. Meses de planes y de gastarse los dollars para que cuando casi estamos allí, todo quede en el aire.

Que una central química estuviera en riesgo de explotar tampoco ayudó a tranquilizarnos, y vale que no hubiera sido tan malo como si reventase una central nuclear, pero mostraba que las cosas estaban lejos de normalizarse. Aquí fue donde nos planteamos muy seriamente el cambiar el vuelo directamente a Dallas y gastarnos más dinero, que una vez llegados a este punto era lo de menos, la verdad. Por suerte, en el fin de semana previo los vuelos desde el George Bush Intercontinental se retomaron y creedme cuando os digo que durante esos días seguimos la pista de todo vuelo que salía de Londres con destino Houston.

Tras lidiar con este estrés, el 7 de septiembre del 2017 llegó, con la promesa del Kickoff a la temporada 2017 y un muy apetecible viaje de dos semanas por delante. No hay mucho que contar del viaje en sí, aparte de la sorprendente escasez de viajeros aquella mañana, lo cual vino genial para poder coger filas enteras para uno mismo y tumbarse y dormir algo más cómodos que en la rigidez del asiento erguido.

La llegada al aeropuerto fue mucho más fluida de lo previsto, con el nuevo sistema electrónico que tenían montado las colas se han reducido muchísimo y no creo que pasasen más de 20-25 minutos desde que nos bajamos del avión hasta que salimos de la terminal.

No nos quisimos pillar los dedos con nada, y por comodidad y rapidez decidimos coger un taxi que nos llevara directamente al hotel, y de paso aprovechamos para preguntar al conductor por las consecuencias y efectos del huracán en la ciudad. Todo parecía estar bajo control, y nos confirmó que salvo algunos lugares concretos en los que todavía esas consecuencias eran visibles, Houston apenas se resentía.

Para poco más tarde de las tres de la tarde ya estábamos con el check-in hecho, las mochilas desperdigadas por el hotel y unas ganas terribles de ver football. Yo tenía mis servicios de telefonía activados y funcionaban de la misma manera que si estuviera en el Reino Unido, lo cual nos ayudó a salir del hotel y andar todo sin miedo a perdernos.

Porque otra cosa no, pero J y yo hemos andado como si no hubiera un mañana, y menos mal, teniendo en cuenta la cantidad de homenajes que nos hemos dado en esto del comercio y el bebercio.

Nuestros pasos nos llevaron hasta el downtown de Houston, en donde tras cerca de tres cuartos de hora después encontramos un sports bar que nos convenció. Tejas Grill se llamaba, y nos refugiamos del calor texano de la manera que mejor conocemos: sentaditos disfrutando de una cerveza fría, y aprovechamos para comer y beber hasta que empezó el Chiefs-Patriots que abría la temporada NFL.

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Tejas Grill

Antes del descanso yo ya estaba dando cabezadas bastante pronunciadas, y veía que el camino hasta el final se me iba a hacer larguísimo, pero por suerte para mi J parecía correr la misma fortuna. Eso hizo que al llegar el descanso decidiéramos volver hacia el hotel… andando, por si había la más mínima duda. Pusimos la TV en el cuarto para terminar de ver el partido pero yo me quedé sopa en el momento que rocé la cama. No me dio tiempo ni a quitarme la ropa.

Tras un sueño reparador y varios intentos fallidos de desayunar en el típico diner americano, emprendimos la marcha por Houston, con la idea fija de llegar hasta el NRG Stadium y echar unas fotos del estadio que acogió la más reciente SuperBowl. Tuiteé al respecto, y es que como las grandes mentes pensantes que somos, se nos ocurrió andar hasta allí bajo un Sol y un calor acojonante.

Nos llevó algo más de dos horas, con paradas incluidas, y es que por el camino descubrimos Hermann Park, uno de los parques mejor valorados de la ciudad. Aprovechamos para recuperar líquidos y sentarnos un buen rato bajo un árbol, disfrutando de la suave brisa que acompañaba a la inmejorable sombra que nos cobijaba.

8,9 millas después llegamos a nuestro destino y toda la caminata mereció la pena. La ciudad de Houston es amplísima, y tener coche se hace casi indispensable, razón de más para que nos pareciera que, o todo estaba lejísimos, o que lo que vimos era bastante decepcionante teniendo en cuenta la fama de la ciudad. Que un huracán acabase de azotar tampoco ayudaba, eso lo sabemos, pero en los apenas dos días que estuvimos allí no salimos impresionados más que en contadas ocasiones.

Una de ellas fue en el parque que he mencionado antes, y la otra en al llegar al NRG. Varias zonas se encontraban valladas, y un banner de “Houston Strong” acababa de ser instalado en una de las fachadas. Justo al lado del estadio se encuentra el viejo Astrodome, y el recinto para el Houston Livestock Show and Rodeo. He de reconocer que una de las espinitas que se me quedan clavadas de este viaje es no haber podido ir a ver un rodeo, pero bueno, todo no se puede tener.

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Hermann Park

Para la vuelta decidimos coger el tranvía, y acercarnos así a los otros estadios que nos quedaban por ver. A la ida, y el jueves por la tarde, habíamos pasado por delante del Toyota Center que es el recinto que acoge los partidos de los Houston Rockets de la NBA. Es una pena ver que salvo un par de banderas y una placa en el suelo, hay muy poca referencia al equipo, imaginamos que porque será un centro compartido con muchos otros eventos.

El Minute Maid Park es el estadio de los Houston Astros, equipo de béisbol de la ciudad, y bastante difícil de fotografiar como para sacar un ángulo decente de todas sus peculiaridades. Tras las fotos de rigor ya sólo nos quedaba por ver el estadio de la MLS, el BBVA Compass Stadium de los Houston Dynamo.

Muy pequeño y curioso éste último, y lo que es más importante, relativamente cerca de los otros dos y… con un pub con una selección variada de cerveza al que ya habíamos fichado en una búsqueda por internet. No me vais a negar que nos lo habíamos ganado, ¡por pura hidratación eh, no alcoholismo!

Cuando creíamos haber llegado al pub que queríamos, nos dimos cuenta que era otro, y que que buscábamos nosotros se encontraba un poco más adelante. Nosotros nunca desaprovechamos una oportunidad así, por lo que decidimos tomar una cerveza en “Lucky’s” porque somos así de leales con nuestras decisiones, para acto seguido ir al otro bar (Little Woodrow’s) a por la siguiente. Y de vuelta al Lucky´s, y una vez más al Woodrows. En estas idas y venidas aprovechamos para ver el US open, algo de béisbol, y como no, cenar. Una tarde noche de lo más bien aprovechada culminada con J perdiendo sus gafas de sol en el camino de vuelta al hostal.

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Lucky’s

A la mañana siguiente, ya sábado, tocó andar hasta la estación de Greyhound de Houston… el sitio más desolador y tenebroso del mundo entero. Mientras deshacíamos los pasos de la noche anterior y con la mente clara se me ocurrió que el único sitio donde J podía haber perdido sus gafas era en el momento en el que recibió la llamada de la naturaleza para aliviar su vejiga, y la razón por la que no las habíamos oído caer era porque había tenido que ser en un tramo de hierba. Y tal cual, allí reposaban sus gafas con una ligera humedad en los cristales fruto del rocío mañanero. El puto Grissom de Zarautz, me llaman.

Volviendo al tema Greyhound (he pensado que el gafa-gate os tenía en vilo) no sé si habéis tenido la suerte desgracia de viajar en uno, pero es una experiencia muy difícil de explicar. Lo digo totalmente en serio, los alrededores, incluso la sala de espera de la estación de buses es punto de encuentro para la gente más variopinta y escalofriante. Íbamos con la idea de desayunar tranquilamente cerca de allí, pero al ser “semi-rodeados” por un grupo de unas 7 personas y declinar amistosamente su oferta para comprar droga y darles alguna propinilla, decidimos meternos en la terminal echando hostias.

Dentro la cosa no mejoraba mucho, y el asegurata que nos checkeaba los billetes nos preguntaba si llevábamos armas en las mochilas. A día de hoy no sé si lo preguntaba por seguridad, o para cerciorarse de que teníamos con qué defendernos. Tras nuestra negativa, ni se molestó en hacérnoslas abrir Al rato, y después de ser testigos del inmejorable servicio al cliente americano (nótese la ironía), nos subíamos al bus con destino a Dallas… fuck yeah!

El viaje transcurrió sin incidentes, 4 horas de camino incluyendo una parada para estirar las piernas. Y así, sin tener tiempo a procesarlo, llegamos a Big D, donde lo primero que hicimos fue contratar un Uber para que nos llevase desde la terminal de autobuses hasta nuestro hotel. Aquí fue cuando conocimos a Kenneth, nuestro conductor, el tío más majo entre los que conocimos en nuestras aventuras.

Hablamos de todo un poco, de Europa, Reino Unido, de Jerry’s World, el soccer, de lo graciosos que eran nuestros acentos, nos recomendó varios steakhouses y se lamentó de no poder llevarnos él mismo al partido al día siguiente porque decía que conocía un par de sitios que merecía la pena visitar.

También nos contó que en ese mismo asiento en el que yo me sentaba había estado Zach Martin unos meses atrás, cuando al parecer él y otros 2 compañeros llegaron tarde al bus del equipo y tuvieron que ir por su cuenta. Al preguntarle si había podido charlar un rato con el guard de los Cowboys, Kenneth se limitó a decir que Martin tenía cara de pocos amigos y que no quiso ni intentarlo.

Nos dio su tarjeta y nos animó a llamarle si queríamos recomendaciones más específicas de algún steakhouse, sobretodo si pasábamos por Fort Worth. Tampoco nos bajamos del Uber sin antes recibir un par de lecciones de cómo hablar texano por parte de nuestro amigo. A las clásicas “Howdy” (para “Hola”) y “Y’all” (para referirse a alguien) nos introdujo al  “I´m fixing to”, que viene a ser el equivalente al “I´m going to” (“voy a…” “estoy”) que usa todo hijo de vecino. Así pues, Kenneth juntó todo para terminar diciendo “Howdy, y’all, I´m fixin’ to drive you to your hotel!”. Fucking legend.

Una vez nos despedimos de nuestro chófer, nos tocaba esperar para hacer el check-in, así que lo que hicimos fue dejar las mochilas en recepción e irnos a comer a un restaurante contiguo, y del que salimos absolutamente enamorados. Por suerte para nosotros Denny´s es una cadena de restaurantes 24 horas, y le rendimos varias visitas durante nuestro viaje. San Denny´s, patrón de los fanegas.

Otro Uber nos llevó hasta el Downtown, esta vez el conductor era un tío que parecía estar algo tocado en el piso de arriba, y preferimos no hacerle demasiado caso. Paseando por la ciudad pasamos por el hotel The Westin en el que los Giants se alojaban, cosa que desconocíamos, pero nos dimos de bruces con todos los jugadores y staff. No había ni vallas ni nada, y de de la sorpresa de verlos delante no me salió ni insultarles.

Entre las visitas obligadas, estuvieron el Pioneer Plaza, y como no, el lugar en el que JFK fue asesinado. Aquí pecamos de pardillos al ser enganchados por un guía “oficial” cuando ya salíamos de la zona, nos pegó el sablazo del siglo y no quisimos ni rebatirlo, pero a decir verdad la charla y los sitios que nos enseño estuvieron de puta madre: Hubo 3 tiradores, pero solo 2 dispararon, había 4 razones fundamentales por las que querían a Kennedy muerto… y otras varias cosas que no os voy a desvelar porque me he propuesto recuperar ese dinero. Si queréis saber más, os mando mi cuenta de PayPal, me ingresáis el dinero y ya si eso os lo cuento.

IMG_0949Tras esto, y visitar una tienda en la que vendían sombreros vaqueros y en donde el que me gustó estaba defectuoso, me entró bastante bajona. Fuimos a un bar a echar una cerveza y ver algo de college, Clemson vs Auburn, pero apenas pude terminármela. Decidimos que ya estaba bien del downtown y que era hora de volver al hotel, no sin antes pegarnos otra comilona en el Denny’s.

Llegó el gran día y es que por fin pondríamos rumbo hacia Arlington para ver a mis queridos Cowboys, por lo que más nos valía desayunar como campeones (¿no había duda de dónde lo íbamos a hacer, verdad?). Serían eso de las 10:30 cuando llamamos al Uber que nos llevaría hasta el estadio, y aquí tengo que decir que me esperaba que nos costase más caro de lo que fue ($24) pero también es verdad que íbamos como con 10 horas de antelación. El partido era a las 7:30pm hora local, y como sabíamos que la gente llevaría sus televisiones para disfrutar del tailgate, esperábamos poder engancharnos a alguien y ver los partidos previos al que íbamos a presenciar.

Según avanzas por la autopista empieza a resaltar una figura inmensa, y sabes que no puede ser otra cosa que el AT&T Stadium. La gente de la ciudad no para de repetirte lo maravilloso que es, y de todo lo que vas a disfrutar una vez dentro, sobretodo siendo fan de Dallas pero os puedo asegurar que nada como ir acercándose a un lugar tantas veces has visto por la TV y en el que te has imaginado tantas otras. Justo antes de llegar te encuentras con “Six Flags Over Texas”, un parque temático impresionante en el que no me hubiera importado haber pasado un rato soltando adrenalina en sus atracciones, pero para el que no tenía ojos aquel día. Además, ya daba igual quien me estuviera hablando: no estaba escuchando.

Leticia, nuestra conductora Uber, se metía por las carreteras cercanas al estadio mientras buscaba el punto de destino marcado por la aplicación, pero no me pude contener más y le dije que si no le importaba soltarme allí mismo, que yo iba a desmayarme igual me dejara donde me dejara. Bajé del Uber y… no puedo explicar lo que sentí. Creía que tras un tiempo desde que viví la experiencia iba a poder describir lo que fue, pero se ve que me equivocaba. Como siempre, añadirá el típico listo.

Fue muy extraño, me pasé un buen rato quieto en el mismo sitio, mirando al AT&T mientras lo único que era capaz de balbucear era WOW. En bucle, en un larguísimo bucle. Miraba a J, señalaba al estadio, WOW. Me frotaba los ojos, mandaba fotos a mi familia, y WOW. Daba pequeños pasos hacia adelante, como temiendo que uno de ellos me despertara de un sueño, porque es lo que sentía que era aquello. Un sueño.

Fui recuperando la compostura, pude hacerme más fotos sin parecer un completo idiota delante del estadio, y la primera parada tras apreciar aquella obra de ingeniería fue la tienda, no sin antes echarme una foto con la estatua de una leyenda vaquera como Tom Landry.

La tienda es como ser un chiquillo otra vez, pero no por lo mágico, que también, sino porque lo quieres TODO y no tienes dinero para comprarlo. Iba con la idea de comprarme el jersey color rush de Prescott o Elliot, pero el único que parecía quedar era el de Witten, precisamente jugador del que llevaba el jersey aquel día. Gasté mis dineros en un chubasquero/paravientos, una sudadera y una camiseta con la estrella y el mapa USA que reza “America´s Team”. Esta última me da mucho gustico llevarla porque la gente siempre tiene algo que decir, y a mi me encanta discutir por discutir… es lo que tiene ser un trolazo. También añadí una guía del partido, algo que me gusta comprar como recuerdo, guía que por cierto aún ni he sacado del plástico.

Contento con mis nuevas adquisiciones y por hacer algo de tiempo hasta que los primeros partidos comenzasen, nos acercamos hasta el estadio de los Texas Rangers, que está justo enfrente del AT&T y en el que además había partido aquel día: final de la serie contra los Yankees de Nueva York. Iba a ser Texas contra NY tanto en béisbol como en football.

Tanto caminar al Sol nos estaba asfixiando un poco, así que nos fuimos hasta un Wal·Mart que se encuentra en las inmediaciones del estadio para comprar Gatorade y recuperar sales minerales, y cerveza, para volver a perderlas. Todo acompañado por unos Doritos que hicieron las delicias del respetable.

Estando sentados bajo un árbol veíamos como la gente se esmeraba en colocar sus tailgates zonas como es debido, montando carpas desde cero y trayendo pantallas de plasma grandísimas y generadores que les dotasen de energía para toda la tarde. Y como no, barbacoas cada cual más grande que la anterior, porque para eso estábamos en Texas.

Fuímos saltando de tailgate en tailgate hasta que encontramos un sitio en el que podíamos ver las TVs sin problemas, y con el tiempo fue llenándose con gente de ambos equipos, todos charlando y haciendo amigos. Nosotros conocimos a un grupo que nos acogió en su tailgate, nos dieron cervezas, comida, y echamos unos pases y les retamos al bean bag toss, ya sabéis, este juego en el que lanzas saquitos de arena/arroz/lo que sea desde una distancia y hay que meterlos en el orificio del rival. En el orificio de la tabla que hace de objetivo, ojocuidao, no que haya que hacer cosas sucias a los rivales. Al menos no a esas horas.

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Tras pasar un tiempo muy agradable con nuestros nuevos amigos, pensamos que era buena idea ir acercándose al estadio cuando abrieran la Miller Lite Plaza, exclusivo ya para aquellos que tienen entrada, y en la que la música y el alcohol siguen en un recinto cerrado y con muy buen ambiente. Según entramos en aquella zona vimos una carpa con un par de cheerleaders vaqueras sacándose fotos con los allí presentes, por lo que no perdí ni un segundo y me puse a esperar mi turno.

Tuve bastante suerte porque en menos de un minuto estaba ya bien agarrado a las dos simpáticas mujeres, con las que pude hablar muy brevemente, y echamos la foto que veis aquí. Qué felices los 3, no me lo iréis a negar. Y es que no todos los días se tiene la suerte de poder sacarse una foto con uno de los locos del Monday Night Blog. Ehem.


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Después de la larga espera llegaba otro momento mágico, entrar al AT&T y disfrutar de lo que tiene para ofrecernos dentro, y os puedo asegurar que es impresionante. Te das de frente con el Jumbotron quieras o no quieras, y eso que solo ves las pantallas laterales, pero sigue siendo igual de alucinante. Según te vas abriendo en ángulo y empiezas a ser consciente de todo el espacio que una pantalla de alta definición de 60 yardas ocupa, tu mandíbula se desencaja de nuevo.

Fotos y más fotos aquí, incluyendo un vídeo de Facebook en directo para nuestros familiares y amigos tratando de describir la experiencia, y es que no era para menos. Cada asiento tenía una toalla para animar al equipo con la fecha del partido incluída, un recuerdo que está ya bien presente en mi sala de estar y que me devuelve por momentos a mi asiento en Arlington.

En lo que respecta al partido, vimos como la defensa de los Cowboys machacaba y anulaba al ataque neoyorquino, mermados con la notable baja del receptor Odell Beckham Jr., mientras que Prescott, Elliott (421!!) y compañía hacían lo suficiente para doblegar a sus rivales. Es justo decir que los Giants nos hicieron parecer mucho mejor de lo que en verdad éramos. Resultado final: 19-3 a favor de Dallas y yo contento de haber visto a mi equipo ganar en directo por tercera vez.

La salida del estadio la hicimos bastante rápido, no había mucho que nos retrasara pero a partir de aquí y con la vista puesta en el madrugón del día siguiente, la cosa se torció un poco. Antes de eso, y cuando caminábamos más siguiendo a la marea humana que otra cosa, me fijé en una persona a la que estaban llevando en silla de ruedas a uno de los coches en la zona de aparcamiento.

Aquella persona había sido presentada en el estadio, y a mi, que me pirra todo tema relacionado con el espacio no me era desconocido: ¡era Buzz Aldrin! Nadie más pareció verle, o eso o están muy acostumbrados, pero yo corrí a su lado y esperé a que sus asistentes le ayudasen a levantarse para saludarle y presentar mis respetos. No quise molestar con fotos, así que mientras esperaba me hice un selfie con el segundo hombre en pisar la Luna. Historia viva, aunque no todos los que leáis esto pensaréis lo mismo. Uníos al club que J empezó minutos después de este encuentro, magufos.

Como ya he dicho, aquí el día dio un giro a peor cuando no había manera de encontrar el sitio destinado para la recogida de pasajeros que proporciona Uber, y no solo eso sino que el tiempo de espera no paraba de aumentar, y en consecuencia, los precios. Llegamos a ver viajes de hasta 80$ por la vuelta al hotel, y no nos quedó más remedio que dejar que pasara un tiempo considerable hasta que pudimos montarnos en uno.

Pasada la medianoche nos recogió Tonjulla, a la que hicimos bastante poco caso por el cabreo que llevábamos encima, y es que el vuelo hacia Minnesota del día siguiente era a las 6.40 am. Cada segundo de más que pasamos esperando el Uber significaba otro que perdíamos de descanso, y fue algo que nos frustró a ambos.

25 minutos y $63.51 menos después, llegamos al hotel con las fuerzas justas de poner la alarma para 3 horas después y caer rendidos. A las 4:15 de la mañana, la siguiente aventura comenzaba…

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