Episodio CLVII – La amenaza Vaquera

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Hace mucho tiempo, en un blog muy, muy lejano…

Dejad de sorprenderos, estáis viendo bien: Esto es una entrada especial de Monday Night Blog. Y ojo que no es que sea especial porque el que escribe éstas líneas sea como Ralph, ni porque quienes escribimos escribíamos en éste espacio iban al colegio en autobuses cortos, no, es especial porque todas nuestras entradas son especiales y sería injusto que… pffffff, vale, mentiraca, ¿pero y lo bien que queda? El caso es que va a haber entrada nueva y punto, ¿no os iréis a poner exquisitos ahora, no?

Y qué extraño fenómeno del Universo ha propiciado tal hecho, os preguntaréis, pues que aquí el menda y la Anteriormente conocida como Lady Favre se han pegado un viajazo a Green Bay. Así, con toda nuestra chulería; por afición, locura, por impresionar a una extranjera… por la razón que sea nos fuimos (y volvimos contra nuestra voluntad) y aquí estoy para contarlo con pelos y señales. Al menos los pelos y señales de los que me acuerde.

¿Y por qué digo esto? Pues porque como no podía ser de otra manera, llego ultra tarde a una entrada que prometí hace eones, pero que por azares de la vida no he podido sentarme a escribir como es debido. En mi defensa diré que escribí un buen trozo el día que llegamos del viaje y tenía que forzarme a aguantar despierto para que el jet-lag no me amargara la existencia al volver a Europa, pero (y aunque usaré algo de lo que escribí) aquello fue mayormente una basura. Vamos, como viene siendo habitual, pero dándome cuenta de ello.

Es posible que hayáis escuchado la experiencia que vivimos el domingo 16 de octubre en el podcast de nuestros amigotes de Football Speech, que no sólo está en su mejor temporada ever tras su mejor temporada (rollo Inception, un lío de la hostia) sino que además son tan majos que tuvieron a bien enchufar un audio con nuestras seductoras voces. Si queréis ir directos al clip, empezad la reproducción en 1 hora, 23 minutos, 19 segundos.

Aquí lo que se pretende es contar con más detalle cómo fue todo, por si alguno de vosotros necesita un empujoncito extra para convencerse o tiene dudas de cómo organizamos tal o cual. No hace falta decir que lo que viene a continuación es nuestra propia historia, habrá otras mil formas muy válidas de hacerlo, pero nosotros “elegimos” esta. ¿Preparados? Pues al lío.

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Como bien podéis imaginar, un viaje de éste calibre requiere que muchas cosas salgan bien, demasiadas diría yo. Ya no sólo es que puedas librar esos días para pegarte una matada de viaje (que lo es, a menos que viajes en business), entra en juego que te lo puedas permitir (tema para nada baladí), que el equipo al que quieras ver esté jugando bien y no tenga lesionados a tus jugadores preferidos (que en la NFL, vete tú a saber), que el equipo rival sea medianamente decente y llegue en forma al partido, etc… Vamos, que casi es más fácil que te toque la lotería. Eso sin contar con retrasos/cancelaciones de vuelos, problemas con las entradas y otro sin fin de putadas propios de un viaje cualquiera.

En ese sentido nosotros tuvimos una potra tremenda, a principio de año ni siquiera se nos había pasado por la cabeza el ir a ver un partido de NFL en los Estados Unidos, pero ni por asomo. Hemos estado en bastantes partidos de International Series ya que viviendo en Londres es bastante cómodo y asequible, y de hecho me compré entradas para los 3 partidos que se jugaron en octubre de éste año. 2 se jugaron en Wembley, y por primera vez, uno en Twickenham, estadio conocidísimo entre los aficionados al rugby. En ese sentido, me daba por satisfecho con el menú de NFL que me había preparado: iba a disfrutar de un partido divisional entre Colts y Jaguars (Jag-wars, que dicen los americanos y que saca de quicio a ingleses), abuchear a muerte a los Giants en su partido contra Rams y más de lo mismo con los Redskins jugando “en casa” de los Bengals. Pero salió el calendario de 2016 y, casualidades de la vida, en una de las semanas en las que no tenía cita con la NFL en Inglaterra había un muy golosote Cowboys@Packers. Nuestros equipos frente a frente, y encima en Lambeau, como para pensárselo aunque sea.

Al principio nos lo tomamos a coña, sobretodo porque por cuestiones de trabajo esas fechas entre partidos son normalmente las únicas posibles para ir a casa a ver a la familia hasta pasadas las fiestas navideñas, pero al poco tiempo nos confirmaron que podíamos retrasarlas hasta noviembre… y ya no nos parecía tan descabellado. Es más, diría que lo más difícil estaba hecho, cuadrar fechas. “Seguro que cuesta un pastizal” fue lo siguiente que pensamos, casi como queriendo tener una excusa para cerrar el tema; y aquí no nos equivocamos. La indecisión nos retrasó muchísimo, y eso que estoy hablando de las primeras semanas de mayo, cuando los season ticket holders no tienen aún ni los billetes en la mano.

Las entradas y sus locos precios las íbamos mirando en TicketExchange, la página de Ticketmaster que lleva la NFL en donde aficionados de todos los equipos pueden comprar y vender sus entradas de forma segura. No os voy a mentir, acojona un huevo gastarte una pasta y en donde te dicen que, ya si eso, los tickets te los mandan por mail y que te los imprimes a tu nombre y con eso pasas. ¡El timo de la estampita versión yuesei!

– ¿Y si vamos y resulta que esas entradas no valen?

+ Que va, ¿no ves que lo promociona la NFL?

– Ya pero, ¿y si resulta que no valen?

+ Es veneno.

– Pero huele a canela…

Total, el tema se desvió y como ya he dicho antes, nos retrasó un copetín. Luego vas viendo que las entradas a las que más les echas el ojo se van yendo, que los precios suben aún más, y te desesperas. Cada vez parece más una locura. Porque claro, obviamente no te vas a dejar el dinero sólo en las entradas: está el alojamiento, el desplazamiento hasta el estadio y más cosas. Sumar y sumar. A unas malas, sabíamos que podíamos contar con un amigo que vive en Chicago y ahorrarnos el alojamiento, pero el viaje no es ninguna broma y eso sumaba más gestiones que ya detallaré un pelín más adelante.6Una tarde me dio por ser más pesado de lo habitual (que no queréis saber cuál es ese punto) y Amidala acabó cediendo siempre y cuando las entradas fueran “asequibles” y yo aceptara estar en la sideline de los Packers, cosa que me daba un poco igual porque ya estuve en el lado de los Cowboys cuando jugaron contra los Jaguars en Wembley (ay, qué bonico estaba Romo… un poco lisiado eso sí (algunas cosas nunca cambian (toma, multiple paréntesis como hizo mi Bro (aunque él con bastante más estilo y más largo (qué puto amo y sexy es))))). ¿Y cuando estaba ya todo decidido qué pasó? Que vamos a comprar las entradas y los gastos de gestión de Ticketmaster suben el precio de cada una más de 150$. Hijos de una hiena. Aquello sí que era un robo que ríete tú de lo de El Dioni. Otra hostia en la cara, nunca mejor dicho.

Al final nos decantamos por unas que, estoy seguro, iban a ser nuestra última intentona. íbamos a pagar lo que pretendíamos pagar por las otras antes de descubrir el gasto de gestión, y encima estando en peor sitio. Pero seguiría siendo en Lambeau, con eso bastaba. Fecha de compra: 22 de mayo. Desde la web me aseguraban que para 3 días antes del evento las tendría en el mail. Muy tranquilo no estaba, no os voy a engañar. Al final las entradas estuvieron listas para imprimir el 23 de agosto, y no os hacéis a la idea del subidón que te da eso. Entradas a mi nombre y todo en riguroso orden, como prometen en el anuncio, ninguna queja, desde luego.

Tras un desembolso así decidimos que lo mejor era esperar y tantear las webs de las distintas aerolíneas que cubren el vuelo Londres-Chicago con tiempo, ya que siendo el viaje tan adelante en el futuro, seguro que los precios variarían muchísimo. Con lo culo inquieto que yo soy (Amidala lo describiría como PLASTA), al día siguiente de lo que os acabo de contar con las entradas pagamos el viaje. Un puto día. El precio, hay que decir, estaba muy bien y no quería desaprovecharlo. De hecho, sigo muy contento por lo que pagamos. Lo de darse tanta prisa nos acabó sirviendo para una cosa (claro, qué voy a decir yo) y es que cuando los peores presagios del Brexit se cumplieron, la libra esterlina se desplomó de tal manera que nos habría hecho perder toda ventaja respecto al dólar estadounidense a la hora del cambio. Y de haber sido así, me parece que nos hubiéramos quedado con las ganas de ir.

En este punto vuelvo al tema de las gestiones que hablaba antes, más que nada porque15 desde finales de mayo hasta prácicamente el mes de octubre no hubo noticias importantes y fue más la interminable espera que otra cosa. El alojarnos en Chicago nos obligaba a viajar hasta Green Bay el día del partido, aunque tenía el kickoff previsto para las 3:25pm CT y eso nos daba margen de maniobra. Tras barajar las diferentes opciones (avión, tren, bus o coche) nos decantamos por la última por ser la más cómoda y por la flexibilidad que nos daba. El volar a Green Bay era indecentemente caro, el tren no nos venia bien de horas y el bus nos venía genial para la ida pero no teníamos opción viable para la vuelta. Intentamos cuadrar el tema con mil combinaciones diferentes, incluso la de pasar la noche allí tras el partido, pero una vez más, los “Wisconsianos” saben dónde hacer dinero. Claro que el alquilar un coche iba a traer consigo otros quebraderos de cabeza.

El primero de todos fue la necesidad de sacarse el permiso internacional de conducción ya que nuestro país no tiene ningún tipo de acuerdo con los Estados Unidos en este sentido y el carnet no sirve para circular allí si no está acompañado del ya citado permiso. El trámite es super sencillo hoy en día, pides cita en la página de la DGT, te plantas allí con tu cuerpo serrano, y tras pagar 10,10€ tienes tu permiso reshulón para un año entero. Hay ciertos requisitos que podéis rebuscar en la propia página, pero básicamente se trata de rellenar un formulario, llevar foto reciente y poco más. Nosotros, al vivir en Londres, teníamos que aprovechar las vacaciones de verano en casa para ir a sacárnoslo, y claro, en los meses de verano cualquiera se fía de un funcionario (¡un besi para todos los “trabajadores” del sector!). Ante mis miedos iniciales, todo se solucionó sin sobresaltos.

Otra cosa que implicaba el alquilar un coche era la necesidad de tener una tarjeta de crédito, algo que para muchos seguro que es vuestra opción preferida, pero nosotros no nos movemos más allá de la de débito así que había que sacarse una. Reuniones con los señoritos del Barclays: condición aquí, allá, límite de pasta y explicación sobre intereses aparte, otro trámite que solucionamos sin mayor historia a la vez que nos daba cierta tranquilidad en caso de cualquier imprevisto una vez en USA.

5Seguimos con más gestiones: Seguro de viaje. Algo vital cuando se conoce la faceta saca-pasta de la medicina estadounidense. A través de Olga y Antuán, unos youtubbrrs la mar de majos que viven en San Diego y que contaban su experiencia personal en cuestiones de seguros, conseguimos un descuento del 5% en el que contratamos. Explican cómo conseguirlo en éste video, y tengo que decir que IATI nos ofreció una cobertura cojonuda a un precio genial. Parece que me pagan a mi también por decirlo, pero no, habla un cliente satisfecho.

Ya por estas fechas, finales de agosto, recibo uno de los reveses más importantes en lo que a este viaje se refiere: Tony Romo se lesiona la espalda en el partido de pretemporada contra los Seattle Seahawks tras un golpe. Las previsiones eran que, como mínimo, estaría de baja hasta la semana 8 (el partido de Lambeau era la semana 6). Ésto suponía que el partido se descafeinaba ligeramente… aunque después apareció un tal Dak Prescott y, en fin, el resto ya lo conocéis. Simplemente quería plasmar mi decepción en aquel momento. Es más, en el trabajo, aparte de mi jefe que es fan de Vikings, tenemos al GM que es fan de Green Bay y pasó del insulto y la envidia inicial a un bullying continuo con el “váis a recibir una paliza bestial” o “me encantaría que las cámaras te enfocasen como único fan de Dallas en Lambeau, deprimidísimo con la sangría de puntos que estaréis recibiendo”. Y como el karma es muy puto, pues, también sabéis lo que terminó pasando. Lo he llamado bullying, pero nada más lejos, hay una relación footballera guay y un gran respeto profesional.

De hecho fue él quien me recomendó un programa que emitió la BBC con Reggie Yates, un10presentador de TV inglés que se dedica a viajar al más puro estilo Callejeros Viajeros, y siendo totalmente desconocedor de la NFL, se embarcó en un viaje a Green Bay contando cómo se vive el football en esa pequeña localidad. El capítulo se llama Touchdown USA y no os podéis imaginar cómo de arriba nos vinimos. ¿Sería posible vivir algo parecido en apenas un mes?

Seguimos. El cambio de divisa es algo de lo que hay que preocuparse también, aunque tengamos la tranquilidad de saber que la tarjeta de crédito estará ahí como plan B, nunca está de más llevar cash, sobretodo para las propinas. Madre mía qué hostiazos. A estas alturas de la película hay que decir que el cambio nos salió bastante peor de lo que hubiera sido antes de verano, pero bueno, no podíamos hacer nada así que para qué darle más vueltas.

A una semana del viaje alquilamos, por fin, el coche. Seguro waiver y GPS incluido. Gracias a nuestra compañía de teléfono teníamos datos móviles gratis en USA, pero no era plan de jugársela con problemas de conexión a la hora de seguir indicaciones de Google Maps así que creímos más que necesario el contratar el navegador. A la hora de elegir coche nos decantamos por un coche un poco grande, más que nada por la seguridad y el comfort que ofrecen sobre los compactos y más económicos. Un Chevrolet Cruze o similar era el coche que nos iba a tocar conducir, y yo estaba emocionado sobre desbloquear un logro que siempre he querido: conducir por las carreteras de Estados Unidos en un coche americano. Digamos que sólo el 50% del logro se cumplió, porque lo que terminaron dándonos fue un Volkswagen Jetta SE. Por supuestísimo, de transmisión automática. “El mejor seguro antirrobo que tienes en USA es que sea de cambio manual”, dice siempre  mi amigo Óscar. Un sabio, el tío.

He dejado para lo último la gestión MÁS COÑAZA que os podéis echar a la cara, y no es otra que el ESTA (siglas para Electronic System for Travel Authorization). Muy rápidamente, un formulario extensísimo que hay que rellenar (y pagar) para poder entrar en Estados Unidos, o bueno, más bien, para tener la opción de entrar al país siempre y cuando la tramitación sea aceptada, aunque luego esté en manos del miembro del Homeland Security dar el último sí para tu entrada a su territorio. Vamos, que puedes viajar hasta allí pero luego terminar en la frontera y que te manden de vuelta a casa si ven que algo no está en orden. La respuesta te la dan en un tope de 72 horas, y a nosotros nos llegó al mail tan pronto como al día siguiente. Todo en orden. El tema de presentarse ante el oficial de la frontera me daba cosica, más que nada por su fama de no pasar ni una y de ser tipos duros. Yo, como buen caballero, dejé a Amidala pasar primero y me esperé en la misma fila aunque hubiera algún otro sitio libre en otras ventanillas, pero sabía que aquello me beneficiaría.

A esto que estoy escuchando la conversación de Lady Favre con el oficial y sale el tema estrella: Motivo del viaje. Nada más y nada menos que ir a ver a los Packers… y va la tía y lo suelta tan campante en Chicago. EN CHICAGO. Joder con las vascas, vaya huevazos se gastan. Que para qué demonios iba a querer alguien ir a ver a los Packers, le pregunta, que a ver si no es conciente de que le puede negar la entrada ya sólo por eso. Y entre pitos y flautas, le cuenta la historia de como se hizo fan de Green Bay, que yo, ese tipo tan sexy y con cara de estar cagándose en los pantalones unos metros más atrás soy fan de Dallas y que venimos al partido del domingo. Me hace pasar para hablar conmigo también, que si aupa Romo, que él estudio en Eastern Illinois y que le tiene aprecio. Se nota a quién se enfrentaban los Cowboys ese fin de semana… tras el control rutinario, un “Go Cowboys!” de los buenos finaliza todo el gag. Un tío singular, aquel muchacho, y así sin más… Admitidos en USA. YEEEEHA!
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Ahora sí que sí, empieza el viaje de verdad.  Decir rápidamente que la noche antes de ponernos en marcha, los Chicago Cubs jugaban el primer partido de la NLCS contra los LA Dodgers y nos acercamos a los aledaños del mítico Wrigley Field para ver qué se cocía por allí y disfrutar del ambiente. Aunque el baseball no nos llamara demasiado en un principio, y tras un repasillo a las reglas básicas en un sports bar de los buenos, vivimos una experiencia increíble. Todos dejábamos el bocado a medias  para fijarnos en lo que pasaba en las pantallas, a Amidala escuchar a Joe Buck, no sé por qué, le ayudó a olvidar su haterismo por el “Bola-base”. Momento de confesión: tras un día de locura andando por la ciudad, estábamos tan cansados y teníamos que levantarnos tan temprano que tuvimos que marcharnos poco antes del Grand Slam que cerraba el partido a favor de Cubs. Escuchamos a la ciudad entera celebrarlo, y con pena, sí, pero había cosas más importantes a las que atender.
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Habíamos decidido coger el coche a las 7 de la mañana, cuanto antes, y en base a eso elegimos el “concesionario” que más cerca se encontraba de casa de nuestro amigo. A pesar de que para cuando nos acostamos el reloj pasaba considerablemente de la 1 de la madrugada y que la alarma estaba puesta a las 6 y poco, recuerdo despertarme casi una hora antes… de la emoción, pensaréis. Pues no, por la pedazo de tormenta que estaba cayendo en ese momento sobre la ciudad. Qué manera de llover. Al rato se despertó la señorita pensando, «espero que pare para cuando vayamos a salir de casa», y éste alegre pensamiento le duró lo que tardó en mirar el móvil y ver que no nos quedaba más de media hora para ponernos en marcha.

Con todos los trastos encima, y un paraguas no lo suficientemente grande para los dos (un vasco necesitando un paraguas, ¡ya veis qué ironía!), fuimos a la parada del autobús que nos dejaría cerca del concesionario. Digo cerca, pero con lo que caía, lo mal que funcionaba el alcantarillado y el sueño que teníamos aquello era una travesía a nado. Pasamos por delante del Wrigley Field una vez más, y con el cielo queriendo amanecer descubríamos la resaca de la victoria del día anterior. La verdad es que la imagen estaba bastante chula. Ninguna incidencia más hasta llegar a nuestro destino, como “buenos ingleses” a las 7 en punto entramos por la puerta del chiringuito, y el trámite de recoger el coche que habíamos alquilado fue super rápido. Acostumbrarse a él, ya no tanto…

He dicho antes que nunca había conducido un coche automático, y entre eso y la tontería que tengo en la cabeza me hicieron pensar que el dejar un pedal para cada pie era una idea fetén: derecho para el acelerador (bien, todo controlado), izquierdo para el freno (caos absoluto). Los karts no te preparan para ésta mierda. Alguna vez he frenado en un coche manual con el pie izquierdo y os puedo asegurar que ninguna de las veces pisé el pedal tan fuerte como cuando intenté parar el Jetta dentro del garaje. Menudo frenazo, un plano al neumático que ni en la F1… y Amidala mirándome acojonada perdida. El pavo de AVIS allí, preguntándose qué pollas hacía y que por qué no salía. A duras penas saco el coche de allí y aparco en el primer sitio que veo… aún llovía, aunque es verdad que menos, y las luces eran más que necesarias a esas horas. Todo hubiera estado en orden si no llega a ser porque ¡no las encontraba! Entre los nervios del susto anterior, el intentar no cagarla durante el viaje, etc… aquello era el despelote. Finalmente, con mi cansada compañera de viaje hasta el gorro, nos ponemos en marcha tras configurar el GPS. ¡Destino Green Bay!


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Mi idea era hacer el camino lo más tranquilo posible, no parando aunque me tuviera que meter la matada del siglo, pero Amidala iba mirando las salidas de la interestatal en la que parecía haber un Starbucks para repostar café. Al rato, diría que a medio camino o así y tras haber pasado dos peajes bastante cercanos uno del otro cogí una de las salidas para ver si encontrábamos un sitio para pedir un café y estirar las piernas ya de paso. En una bifurcación se ve que tomé la que no era y nos desviamos del plan que acabábamos de improvisar, con tal suerte y fortuna que dimos de lleno con un dichoso Starbucks. Pam! La potra de Gartzete seguía intacta. Mensaje a la familia mientras la Lady pedía el café y aprovechaba para ir al aseo, un poco de Twitter y reemprendemos la marcha. Bueno, o lo intentamos, porque al apagar el motor se había apagado también el GPS y había que recalibrarlo. “¿Cual era la dirección de Lambeau?”, pregunto mientras empiezo a mover al coche. “Espera, que lo vuelvo a mirar” dice ella. Se pone blanca… deja hasta de respirar.

– Pero qué pasa, ¿estás bien?

+ ¡EL iPHONE! ¡NO LO TENGO! ¡ME LO HE DEJADO DENTRO!.

Aquí el acojone era ya total y no esperó ni a que parara del todo el coche, saltó y salió corriendo para el baño del Starbucks, en donde, gracias a Dios, su teléfono seguía allí. En los minutos posteriores al susto comentamos que fue una suerte que el GPS se apagara, porque de lo contrarío no sabíamos hasta cuando no se habría dado cuenta de que le faltaba el móvil. Nos incorporamos a la I-94, y tiramos millas. Tal cual. Es interesante cómo funciona el cerebro, acostumbrado toda la vida a seguir las señales e indicaciones en kilómetros, y lo laaaaargas que se pueden hacer unas míseras millas. El último gran tramo, una vez más por carreteras de cuatro carriles en las que puedes adelantar tanto como por la izquierda como por la derecha y con límite de 70mph si no recuerdo mal, fue interminable. Claro, ves que Green Bay queda como a 130, y piensas que en un pis-pas te plantas allí, pero si conviertes esas 130 millas a 209 kilómetros, normal que se haga largo. El viaje se hizo agradable, los paisajes me parecieron una pasada, de película total: las granjas típicas de la zona, los silos de agua, etc… Amidala insistía que quería pararse en Manitowoc, ciudad donde se grabó el documental Making a murderer, y yo pues como que no estaba por la labor; no entraba en mis planes el ser acusado falsamente y detenido poco antes de llegar a uno de los mejores eventos de mi vida. Faltaría más.

Cuando estábamos casi en Green Bay, y tras preguntar a la familia Twittera qué debíamos poner en nuestra pancarta para el partido, empezamos a ver como el tráfico se intensificaba, y encima la carretera se reconvertía a dos carriles. Vimos bastantes coches y caravanas pintadas con los colores verde y oro del equipo de Wisconsin, estaba claro a dónde estábamos llegando.
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Desde que compramos las entradas hasta que llegamos a Green Bay, me había parecido que a Amidala “no le hacía tanta ilusión” el viaje, que no digo que no quisiera hacerlo ni nada por el estilo pero era simplemente una sensación que me daba. Seguramente sea que ella lo puede disimular mejor, pero todo aquello cambió en el momento en el que cogimos la salida hacia Green Bay desde donde se podía apreciar Lambeau Field y su gran G a la derecha de la carretera. Aquí no hubo disimulos que funcionasen, según vio aquella estampa se puso a llorar de emoción (¡me hizo derramar alguna lágrima incluso a mi!) y no se pudo contener durante un buen rato.

Ahora venía otro punto de máxima importancia y es que al haber metido la dirección del estadio en el GPS, no teníamos otra que intentar aparcar lo más cerca posible, gastando el mínimo en aparcamiento. Seguimos la caravana de coches por Oneida Street, calle que te enfila hacia el estadio y en un momento dado, no sé muy bien por qué, se me ocurrió girar a la derecha.

Era una de las calles perpendiculares a Oneida y vimos a gente ofreciendo sitio en el parking de un centro religioso (no quiero llamarlo iglesia porque no era tal) y un
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poco más adelante un par de campas, con sitio a ambos lados de la calle. Preguntamos a un guardia de seguridad que estaba en una de las campas si había que pagar o si podíamos dejar el coche sin más. Nos dijo que si lo subíamos al césped había que pagar 15$ pero que en la calle era absolutamente gratis, así que lo dejáramos aparcado junto al bordillo. ¡Pues no nos hacía falta más! AAAAPARCAO’. Eran poco más de las 11 de la mañana.

Sacamos los básicos esenciales para llevar al estadio, todo metido en ámbas bolsas transparentes que tenemos de la NFL, y nos quitamos la ropa que nos sobraba. Porque, sí, contra todo pronóstico hacía una temperatura increíble y un solazo que pegaba la mar de ricamente. Yo llevaba una camiseta térmica puesta, pero ni sudadera, ni cazadora, me la jugué y me fui al estadio ligerito. Metí un gorro de invierno de Dallas por si refrescaba, más que nada porque con la gorra las orejas se me quedan heladas y me jode un huevo. Total, que según saco la foto a la calle para ver exactamente dónde habíamos dejado el coche en caso de no acordarnos (Oneida St con William Charles St) y miro hacia adelante para ver una cola tremenda seguir hacia el estadio. Llegamos en el momento idóneo, por lo que se ve.

Poco a poco nos íbamos acercando a Lambeau Field, parándonos mil y una veces, disfrutando e intentando asimilar dónde estábamos. Era una sensación extrañísima, veía a la gente empezar a preparar sus tailgates, las casas con las banderas, gente echando pases en las aceras, parkings… inolvidable. Bastante más fans tejanos de los que me esperaba, a buen seguro el buen hacer de Dak Prescott a los mandos y un record de 4-1 habían ayudado a que la gente se acercara. Los días previos al partido y tras mirar la Game day information que ofrece la página web del estadio, nos enteramos que iba a haber una celebración en el descanso como homenaje a la introducción al salón de la fama de… ¡Brett Favre! Amidala no cabía en sí (de odio, claro). Sólo el karma más cabrón habría sido capaz de preparar un evento así el día, quizá el ÚNICO día, en el que Amidala pisase Green Bay y Lambeau Field. Yo, por los suelos viendo su odio eterno, tuve el placer de contárselo además. Mi viaje ya estaba hecho.

Fotos de los puestos de comida, casas pegadas al estadio, el Doc Hutson Center, el Atrium, y todo lo que rodea al estadio (incluyendo las figuras de Vince Lombardi y Curly Lambeau, así como un lugar para imitar el archiconocido Lambeau Leap) nos vamos mezclando con la gente de allí. Preparamos el cartel para el partido, gracias a la idea de @Sillonbowl, y nos disponemos a entrar después de comprar el programa oficial del partido, con, como no, Brett Favre en portada. Según caminábamos hasta la puerta, podíamos escuchar a la gente murmurar sobre nuestro “Venímos desde Londres” plasmado en el cartel. Cuando nos ponemos en la fila y entablamos conversación con un padre y su hijo, me doy cuenta que nos estábamos poniendo en la entrada que no era, así que nos despedimos de ellos y nos vamos, ahora sí, a la correcta.

Esperando como estábamos, veo a un señora acercarse a mi, y de la nada me suelta que “Ésa camiseta no es muy buena para tener aquí”, señalando mi jersey Salute to Service de Dez Bryant. “Es más, ¿vienes de verde para que se note menos, eh?”. Qué cabrona, la vieja. Tras explicar de dónde veníamos (del mono, dije… la que lié en Wisconsin), me dijo que entendía que yo pudiera ser de Dallas, que explicaba mi poco criterio (un encanto de mujer). A Amidala, por supuesto, la felicitó por el buen gusto y por ser una chica tan maja. Cuando dejó de dar por culo, el fan que teníamos detrás con su hijo sobre los hombros nos explicó que iba a ser el primer partido del niño, del que además era su ¿octavo? cumpleaños. Todo esto mientras se abría una lata de cerveza. Como dije en Football Speech, “que la paternidad no disimule tu alcoholismo”.25

Entramos y lo segundo que hicimos (después de flipar mucho) fue alquilar las sillas para el campo, porque imagino que lo sabréis pero Lambeau Field no tiene asientos como tal, es una bancada para que entre más gente y se esté más acurrucadito y más protegido del frío. Así de paso hacen negocio con el alquiler de asientos. $6 dólares costaba cada uno, pero si vas a estar más de tres horas sentado, merece la pena tener respaldo y no apoyar tu buyate en el frío metal/piedra de la bancada. El error que cometímos fue el pillarlos nada más entrar porque luego tuvimos que cargar con ellos durante el tiempo en la Pro Shop y demás caminata que nos pegamos dentro. Se suelen agotar, así que por ese lado, tampoco lo consideramos como un error total.

El atrio del estadio es una pasada, es una imagen bastante habitual que se puede ver en los pre-games y se hace rarísimo estar allí. A la entrada nos obsequiaron con un can-holder, una especia de calcetín para el móvil que tan de moda estuvieron en su día, y servía para que la mano no se te jodiera de frío con la birra o refrigerio que tomaras. Imagino que también podría ser usado como abrigo para los huevos, en caso de que algún valiente lleve la mercancía fuera del envoltorio. Esto ya es más sensación mía, no lo he probado (¡ni volveré a hacerlo!). Cogimos uno de más, porque queríamos llevarle uno a Nuere, mi Bro, mi amor en pecado y más guarrerías que no puedo escribir aquí por si me leen mis allegados. También le compré un llavero toh molonguis de Lambeau, en la Packers Pro Shop y en las que las colas son HORRIBLES. Es verdad que el tema va rápido, pero si váis y tenéis pensado comprar algo, id cuanto antes. Amidala se compró entre otras muchas cosas, un Cheesehead.

Llegó el momento de buscar nuestros asientos y de colocar las sillas de alquiler. Me resultó curioso que el señor que me tocó al lado nos diera la bienvenida a los asientos, que era un placer tenernos allí. Algo parecido nos dijo un señor durante el tailgate, «gracias por venir». Ya ves tú.

Como no habíamos comido nada Amidala se fue a comprar algo típico de la región, unas bolas de queso fritas (Cheese Curds) que estaban buenísimas. Si os soy sinceros, estaba tan impaciente que no notaba que tenía hambre siquiera. Los equipos habían calentado ya y cuando les tocó saltar al campo, hubo pitos para Dallas y vítores para los jugadores locales, siendo los últimos presentados uno a uno cuando llegaron a gente como Cobb, Nelson, y Aaron Rodgers.

Se acercaba el momento himno. Vale, ya por la tele parece ser que el himno es un acto en sí
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mismo, al margen de cualquier equipo, partido o evento en general. Pues vivirlo en un campo de la NFL es una sensación acojonante, los pelos como escarpias incluso minutos después. Siempre me ha gustado cómo celebran éste momento los americanos, y aquellos minutos fueron increíbles y difíciles de explicar, una vez más. No sólo es la letra, el tener a todo el mundo cantándolo (no vi a nadie arrodillarse), las banderacas que despliegan, los fuegos artificiales, el sonido de los cuatro helicópteros CV-22 que hacían el fly-over retumbando en todo el recinto… IM-PRE-SI-O-NAN-TE.

 Del partido en sí no voy a hablar, lo que sí voy a decir es que justo delante tenía a otro fan de Dallas que estaba viendo el partido con su hermano y sobrinos (todos Packersfans) y me estaba poniendo de los nervios incluso a mi. Llegué a pensar que me iban a calzar una hostia norteña a mi también ya sólo sea por compartir equipo, y porque no hacía más que chocarme la mano. En serio, insoportable, regocijándose de cada cagada como si los Cowboys no hicieran de eso. Cuando la victoria parecía clara ya me vine más arriba, esto también es cierto, pero al menos no me reía de los queseros en su puta cara.

Momento álgido fue ver a Favre en el campo. Perdón, el momento álgido fue la cara de Lady Favre con el viejales en la pantalla. ORO PURO.

Y tras unos buenos abucheos a McCarthy y varias horas después, el sólo motivo del viaje llegó a su fin con una victoria “imprevista” para Dallas. Yo contento, aunque a la vez un poco fastidiado por mi acompañante, sobretodo cuando me soltó: “Tú al menos ya habías visto ganar a Dallas en directo, yo me quedo sin ver ganar a los Packers en Lambeau”.

Una vez terminado el partido nos quedamos merodeando por allí y bajamos a la primera fila para sacar las fotos a pie de campo hasta que nos invitaron a salir. No me esperaba ver el parking tan lleno al salir, no por los coches en sí sino por la cantidad de gente que aún estaba bebiendo y viendo lo que quedaba de jornada en las televisiones allí instaladas. Que el partido estuviera roto antes del final seguro ayudó a vaciar el estadio antes, y es verdad que para cuando encontramos el coche y salimos, la cola no fue tan larga y salimos bastante rápido de allí. Hubo alguna retención por unas cuantas millas, pero nada del otro mundo, así que decidimos poner rumbo de vuelta a Chicago escuchando el SNF por la radio y con Amidala prometiéndome que no se iba a dormir para darme conversación y que se me hiciera más ameno el viaje… fracasando estrepitosamente. Cuando íbamos a pasar el segundo y último peaje, que era de los automáticos en los que has de meter el cambio justo (o de más, si vas sobrado), nos damos cuenta de que no tenemos suficiente… por 3 míseros céntimos. Pocos minutos después, y sin saber qué hacer, nos damos cuenta de que el peaje era de 1,5 dólares en vez de 1,80, como creíamos. Menos. Mal.

Antes de entregar el coche de vuelta en el aeropuerto de Chicago, ya que tienen un servicio de 24 horas, teníamos que repostar para dejar el depósito lleno (no he echado gasolina tan barato en mi vida, ¡daban ganas de invitar a la gente y todo!) y ya de paso aprovechamos para paramos en un Taco Bell a comer algo, vamos, que me pegué todo el viaje del tirón y a eso de las 23 habíamos dejado ya el coche con 401 millas a nuestras espaldas. Casi nada.

La vuelta a Chicago fue una odisea, y nos metimos a la cama a eso de las 2:30 am del lunes. Una paliza que mereció la pena en todos los sentidos. Es más, Amidala se lamentaba de no haber comprado entradas para el partido del jueves también (los Packers se enfrentaron a los Bears, de nuevo en Lambeau). Así de adictivo fue el viaje, nos hubiéramos pegado una paliza igual de grande tan sólo unos días después para volver a vivirlo. Cerramos el periplo footballero con un tour al Soldier Field en nuestro último día en la ciudad, y aún a día de hoy nos cuesta creer lo que vivimos a mediados de octubre.

Si habéis llegado al final, sois unos héroes, siento la chapada pero había que contarlo como pasó, y eso que me he dejado cosas en el tintero (sobretodo fotos, pero ha sido un dolor subirlas). Os lo completaré en persona algún día, si se tercia. Hasta entonces, ya sabéis donde estamos.

Un saludo de vuestro Amistoso Vecino Gartzman.

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Así tengo el Ohio ahora mismo, ¡igualito que cuando vea a mi Bro!

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